La tradición ganadera y campesina de la Sierra de Segura hace que se festeje con arraigo el día de San Antón patrón de los animales.
En Villarrodrigo la tradición de este día, se ha mantenido con algunas singularidades peculiares.
El día anterior, es el día del amasijo en comunidad de los "roscos de San Antón". Tras una colecta de trigo y harina entre el vecindario, las mujeres del pueblo amasan en común los roscos y les ponen sus iniciales de identificación y de excelentes horneras.
Al llegar la noche aparecían las "luminarias" a San Antón en todas las calles y rincones del pueblo, luminarias que eran el símbolo del agradecimiento al Santo Protector por la curación de algún animal doméstico el año anterior o era la súplica protección de los animales para el próximo año. Alrededor de las luminarias se reunía el vecindario, haciendo correr la “cuerva” del “lebrillo”, los celemines de rosas de panizo y las “crillas asás" en las propias ascuas de las luminarias.
En la madrugada siguiente y durante todo el día se procedía al ritual de las clásicas tres vueltas alrededor de la Iglesia con los mulos, burros, caballos, cabras, perros, cerdos, etc.
Los hombres con sus negros pantalones de pana, la chaqueta de paño de los días de fiesta y la gorra encasquetada, con la yunta de mulos limpios, recién esquilados para la ocasión, con la cola bien hecha de dibujos, las mantas “muleras” sujetas con cinchas de colores se dirigían a la Iglesia y le daban tres vueltas alrededor, era lo preceptivo, aunque por momentos las vueltas se hacían competitivas y se convertían en carreras con espectadores que aplaudían y animaban a los jinetes a ser los mas rápidos en darlas.
A media mañana, se procedía al rito religioso en honor del Patrón, cuya imagen recorría las calles del pueblo con los brazos prietos de roscos y a hombros del vecindario.
Los roscos amasados el día anterior se metían en grandes serones de esparto y eran bendecidos. Al término del acto religioso llegaba la hora del reparto de los roscos a todo el vecindario. Los serones se ponían en la puerta de la Iglesia y cada uno iba cogiendo el rosco de San Antón bendecido, pan que habrían de comer todos los animales de la casa y toda la familia, nuevo símbolo de protección del Santo Patrón al animal que comiera el rosco bendito.
Los zagales muy jubilosos con el brazo metido en su rosco, corrían a dar de comer un trozo del pan bendito a su perro porque así el próximo año ya no se moriría.
Tres formas sencillas que simbolizan la protección del Santo Patrón a los animales domésticos, las "luminarias”, las tres vueltas alrededor de la Iglesia y el "catar" el pan bendito del rosco de San Antón.
Aún queda un cuarto elemento tradicional, el gorrino de San Antón. Cuando paría la gorrina, para rogar la protección del Santo, al más pequeño, al “guarin” se le cortaban las orejas y el rabo, se le bendecía en la Iglesia el día de San Antón y se soltaba por la calle libre y errante. Era el gorrino de San Antón.
El pequeño sin orejas ni rabo era reconocido fácilmente por los vecinos que le daban de comer, y pronto aprendía a ir de casa en casa, cuando tenia hambre, para que le echaran los desperdicios de aquel día.
Los muchachos corrían a su alrededor pero nadie le maltrataba, porque era el gorrino de San Antón, aunque se comiera las alubias pintas que la tía Pelusa tenia secando en el portal.
Con los bailes del candil el día acababa. San Antón había sido festejado y los animales estaban seguros otro año más, como había ocurrido desde siempre.